Huye de la “pereza ocupada”

Llevo unos diez años trabajando en Internet. Empecé como community manager (administradora de las redes sociales de una marca) y poco después entré al mundo de la escritura y la edición, donde todavía me desenvuelvo hoy. En todo este tiempo, mi herramienta ha sido la computadora. Podría ser un dispositivo de escritorio, una portátil o una tableta con buen teclado. No importa cuál; en cada uno de estos aparatos encuentro lo que necesito. Es probable que tú también.

¿Debes hacer llegar un documento a tu compañero de trabajo? ¡Envíalo por Slack! ¿Hay que programar una reunión? Calendly puede ayudarte con eso. ¿Y qué de asistir a una reunión? Por supuesto, nos conectamos por Zoom. Kindle me ayudará a recopilar los libros digitales para mi investigación y Spotify proveerá la música de fondo mientras tecleo mi artículo en Scrivener. El problema es que no puedo concentrarme.

De herramienta a distracción
La misma herramienta que me permite escribir setecientas palabras acerca de cómo enfocarnos en las buenas obras que Dios preparó para nosotros me ofrece setecientas distracciones para dejar de enfocarme en precisamente esta buena obra.

No solo tengo las aplicaciones que mencioné arriba. En el mismo computador donde trabajo puedo desaparecer en un agujero negro de videos de YouTube, revisar las últimas historias de mis amigos en Instagram, perderme en decenas de correos electrónicos, leer noticias en tiempo real y entretenerme con cualquier videojuego que se me antoje.

Si quiero escapar de las dificultades de mis labores, siempre hay una manera de hacerlo. Mi herramienta se ha convertido en mi distracción. Las facilidades de la tecnología, lejos de equiparme para cumplir con las responsabilidades que el Señor me ha confiado, se han convertido en un estorbo para ellas.

La «pereza ocupada»
Quizá hemos cometido el error de pensar que ser perezoso es simplemente estar tirado todo el día sin hacer nada más que estar en la cama. Pero la pereza —ser negligente en el trabajo que nos corresponde realizar y tenemos la capacidad de realizar (Pr 18:9)— puede echar raíces en nuestro corazón de muchas maneras, incluyendo la «pereza ocupada».

Tengo la sospecha de que la conoces: la pereza ocupada evita sus labores tecleando por aquí y haciendo clic por allá. Limpia su bandeja de entrada de correo, organiza sus carpetas, lee artículos «de investigación» o mira videos «de referencia». Hace mucho y no hace nada. Esta no es la manera en que deberíamos conducirnos en nuestras labores.

La Escritura nos llama a realizar todas nuestras tareas «de corazón, como para el Señor y no para los hombres» (Col 3:23). Una buena manera de examinar nuestro corazón al trabajar —en el hogar, la oficina, la universidad, el ministerio— es preguntarnos si haríamos lo que estamos haciendo, de la manera en que lo estamos haciendo, si Jesús mismo estuviera junto a nosotros para recibir los frutos de nuestro trabajo.

Debo confesar que muchas veces no camino de esta manera. Es muy fácil olvidar que, no importa lo que haga, «es a Cristo el Señor a quien sirv[o]» (Col 3:24).

Nuestros poderosos dispositivos electrónicos son la oportunidad perfecta para vivir en la pereza ocupada, saltando de aplicación en aplicación mientras evitamos las tareas difíciles que siempre existirán en un mundo caído lleno de cardos y espinas (Gn 3:18).

¿Cómo podemos luchar contra esta tentación?
Yo empleo dos estrategias para luchar contra la «pereza ocupada» y creo que te pueden ser útiles:

1) Volver a lo básico
Hay tareas para las que ni siquiera se necesitan aparatos electrónicos llenos de distracciones, pero seguimos teniéndolos encendidos (con todas sus distracciones), simplemente porque estamos acostumbrados a ellos. No necesito una computadora para trabajar en el primer borrador de un artículo como este. Podría tomar una libreta y un bolígrafo, salir al parque y pasar una hora trabajando sin distracción alguna; al menos, ninguna distracción digital.

Las ideas muchas veces fluyen mejor cuando utilizas las herramientas más elementales.

Tú tampoco necesitas correr a tu teléfono para buscar una definición mientras estás leyendo. No necesitas tener el correo electrónico abierto mientras estás haciendo una lluvia de ideas para tu próxima estrategia de ventas. No necesitas un video de YouTube sobre cómo organizar la cocina mientras revisas los exámenes de tus estudiantes. No necesitas Spotify de fondo mientras repasas tus tarjetas de estudio.

Si ya sabes lo fácil que es correr a la distracción, sé radical para cortar con lo que te es ocasión de caer (cp. Mt 5:29-30).

2) Crear tu propio dispositivo especializado
A pesar de lo fantástico que es poder hacer un montón de cosas en un solo aparato, cada vez más personas se están dando cuenta de lo bueno que es invertir en dispositivos que sirven para mantenerte enfocado en una sola actividad.

Un ejemplo de esto son los lectores electrónicos: son dispositivos que sirven para leer libros digitales y nada más. Otro ejemplo es una máquina de escribir moderna, que envía tus textos a la nube, aunque no te permite editar.

Pero no necesitas comprar un dispositivo especializado: puedes convertir un aparato que ya tengas en un dispositivo especializado.

Por ejemplo, yo utilizo mi tableta como mi herramienta para la escritura y nada más. A pesar de que podría descargar mi correo electrónico, aplicaciones de mensajería y otras distracciones en la tableta, no lo hago. Solo tengo en ella las aplicaciones que me sirven para escribir. Así, cuando es hora de enfocarme en esta tarea, puedo hacerlo sin que sea tan fácil sucumbir ante la tentación de la «pereza ocupada».

Enfócate
Dios ha preparado buenas obras para nosotros, ¿caminaremos en ellas? (Ef 2:10). No será fácil y eso no debería sorprendernos. Después de todo, ¡estamos en una batalla! El enemigo de nuestras almas no quiere que andemos en obediencia y nuestra carne débil es propensa a huir hacia la distracción cuando las cosas se ponen difíciles.

La pereza ocupada está siempre al alcance de nuestros dedos. Para perseverar contra ella debemos buscar la sabiduría de Dios, trabajar para Él y no para los hombres, arrancar lo que nos hace caer y ser diligentes para enfocarnos en las tareas que el Señor nos ha confiado.

La buena noticia es que la victoria de esta batalla ya nos ha sido dada en Cristo Jesús. Podemos correr a Él cuando fallamos, sabiendo que encontraremos perdón y fortaleza para seguir adelante. Su Espíritu Santo nos fortalece para cumplir la misión que Él nos ha encomendado en donde sea que estemos. ¡Trabajemos con gozo, sabiendo que el Señor nos sostiene hasta el final!

Articulo por:
Ana Ávila es escritora senior en Coalición por el Evangelio, Química Bióloga Clínica, y parte de Iglesia El Redil.

No Comments